Buena cinta alemana. Dirigida por Jan Ole Gerster (es su primera
película) e interpretada por Tom Schilling, Marc Hosemann y Friederike
Kempter.
Nos
cuenta la historia de Nico, un chico al que últimamente parece no
funcionarle nada alrededor de su vida. Acaba de terminar la relación
con su novia y se traslada a otro piso. Así se nos cuenta las relaciones
de Nico con diferentes personajes como su extraño vecino.
Voy a comenzar poniendo un vídeo de la canción “A day in the life”, genial canción de “The Beatles”, que el director utilizó como inspiración, de hecho el título corresponde a una palabra de la primera frase de la canción “I read the news today oh boy”.
Esta inspirada en el cine de la Nouvelle Vague, el propio director lo indica
en las entrevistas que le han realizado. Me gusta el no saber
por donde va a ir la película es muy poco previsible.
Rodada en blanco y negro en Berlín y acompañada de una buena banda sonora de Jazz. El reflejo de Berlín es más una imagen del cotidiano que de una ciudad cargada de historia o de sus tendencias vanguardistas. En este sentido la utilización del blanco y negro no aporta mucho y pienso que no era necesario, es un recurso que no se utiliza.
El actor Jan Ole
Gerster hace buena una interpretación, en un papel aparentemente
sencillo pero lleno de sutiles matices, no he visto sus anteriores
trabajos en cintas alemanas pero viendo su corta trayectoria creo que es
un actor que dará que hablar.
Mi escena preferida es cuando el protagonista conoce a su nuevo extraño vecino.También me parece
Gran, gran película que poco tiene que ver con la nouvelle vague, ya que se trata de un film extremadamente político algo odiado por Cahiers du Cinéma, revista gaullista de acusados tintes derechistas. El paseo de un joven cobarde, apocado, sin ilusiones por un Berlin nocturno y feo y (que no es Jan Ole Gerster, ese es el director y guionista), además, poblado por gente antipática, hostil, violenta y con marcados signos neonazis. Excepcional secuencia en la que un viejo borracho evoca la noche de los cristales rotos. Para ser una obra maestra, le sobra un innecesario final que remarca demasiado lo obvio. Imprescindible aqui, como en "Nebraska", el blanco y negro. A nuestro joven protagonista que ya no observa guerra militar alguna, sino otra de signo económico y las devastadoras secuelas de la crisis incluídas las morales, le convendría la famosa máxima de Frantz Fanon: "todo espectador o es un cobarde o es un traidor".
ResponderEliminar