
La
historia es tan buena que permite a la película mantenerse a flote, a
pesar de que la parte final carece de ritmo e incluso se hace aburrida.
Trata sobre una brillante actriz (Robin Wright) que interpretó a la Princesa
Prometida y que no pasa por su mejor momento, ni profesional ni personal.
En esta complicada situación se le hace una sorprendente oferta, un
contrato de 20 años de exclusividad. Para esto es necesario que la
actriz sea escaneada tanto física como psicológicamente
para que la productora pueda usarla. De esta manera se busca conservar la
imagen que tienen los espectadores de ella, a cambio la actriz tiene que
desaparecer de la vida pública. Transcurren los 20 años y la actriz es
invitada a un peculiar congreso, a partir de ese momento como si
entrasemos en el mundo Oz todo se convierte en una subrrealista fantasía
animada.